Al final del blog, las cosas que no caben en la columna de enlaces.


25 febrero 2006

"Papá, veo mal"

Esta mañana (sí, una mañana de sábado yo fuera de la cama, increible) bajé hasta la óptica para que me revisasen unas gafas nuevas que me monté, de estas estridentes por tamaño y colores, pero que tienen su función: ayudarme a tirar más cómodo cuando voy a la caza o al tiro al plato. Tenían una "ventana", como decía Mario, que viene a ser que no une bien el cristal con la montura.

Al llegar, Victor estaba haciéndole unas gafas a un niño de tres años, que no paraba quieto. Se subía a una escalera para mirar como la máquina de cortar los cristales pasaba uno por la muela para darle la forma necesaria. Luego preguntaba si esas eran sus gafas, a lo que Victor siempre contestaba "Si, señor". Luego le preguntaba como se ponía el cristal en la montura, luego que qué hacía Victor en la otra máquina, luego que si esas eran sus gafas, que si podía mirar como se cortaba el otro cristal, y no paraba quieto. Parecía que tenía un gusanillo en el culo el chavalín, era incansable. Para relajarlo un poco, y más que nada que dejase a Victor acabar su trabajo, le dije "Cuando te las pongas diles que no ves". El chaval, con cara de pillo, me echa una mirada de "La voy a montar, y aparte me dan permiso. Genial". Ya acabado el montaje, que fueron ni quince minutos, el padre llama al niño y le dice que se siente delante de la mesa donde les estaban atendiendo. En eso fue educado el chaval, que fue corriendo y no dijo ni mu.

Victor llega a la mesa, se sienta, le dice al niño que se acerque y se las pone. Yo mientras sentado en unos sillones que hay al fondo, leyendo una revista de coches y mirando de reojo al chiquillo. Con las gafas puestas le preguntan:
"¿Qué tal ves?".
"Mal".
" A ver, quítatelas. ¿Ahora qué tal ves?".
"Bien".
"Explícame eso, qué es ver bien y qué es ver mal".
El niño no dice nada.
"Ven conmigo", y lo meten en el gabinete donde tienen todo el instrumental de graduación, lo sientan en la silla y le ponen dibujos, a ver si los ve desde el sitio. El niño contesta a todos, ya fuera el nombre o el sonido que hacen, que mucho más no se le podía pedir al quillo. Salen del cuarto.

Victor me mira y me dice: "Sera, eres un cabrón, como le dices al niño que nos diga que no ve bien con las gafas". "Soy un sociópata, tio, no me pidas más".

El niño andaba revoltijando por toda la óptica, corría para un sitio, corría para otro, se quitaba las gafas, se las ponía, no paraba. "Ven, que te pongo un hilo para que no te caigan las gafas. ¿Cuál te gusta más?". Eligió uno y se lo ponen. Vuelta a correr por la óptica para aquí y para allá. Luego con la funda de las gafas a vueltas, que le caia, que no dejaba que le metiesen la gamuza para limpiarlas, que si le soltaba una pieza de dentro, que si se la ponían. Al final el padre paga y se marchan, y Victor me mira con cara de padre enfadado por una travesura. "Sera, te vale, como hostias le dices al niño que diga que no ve con las gafas, que se las pillan al vuelo para hacer de las suyas". "No sabía que tenía tres años, aparte, cuando les haces dos veces la misma pregunta, responden la verdad". Por lo menos eso creía según la psicología infantil que aprendí por cojones con mis primos pequeños, pero parece que los tiempos cambian, y la psicología infantil también.

Para tocarle, ya puestos, un poco más la moral a Victor (que se partía el culo también pero no quería reconocerlo) se lo conté a Mario, que sonrió con una sonrisa políticamente correcta, para que yo entendiese que le hizo gracia y no picarse con Victor.

Al final vieron mis gafas y me las ajustaron correctamente. Me las vereis alguna vez, ya que son muy cómodas para conducir y no son demasiado oscuras para cuando está el tiempo nublado.

Seguiré leyendo, digo yo