Al final del blog, las cosas que no caben en la columna de enlaces.


16 noviembre 2005

Los carnavales de Verín

La vida sin carnavales es como una paella sin pollo, algo un poco insípido. Lo malo es que pronto te acostumbras a vivir sin ellos. No obstante, mientras los hubo, se disfrutaron. Y este fue uno de ellos.

En Galicia uno de los carnavales más importantes son los de Verín. En la época que sucedió esto, y aun ahora, siempre recibía invitaciones por parte de Guti para ir a Verín a pasar unos días. Joder, insistió tanto para que fuera en carnavales que dije que sí, y no me arrepentí. La llegada hasta allí ya fue media epopeya, ya que antes de salir de casa ya tuve que estar echado un poco en casa para estar en condiciones. Luego, a mitad de camino, tuve que parar a comer un bocadillo de chorizo, que había hambre y necesidad. Pero lo mejor estaba por venir. Letreros indicando que Verín estaba a un paso, yo no veía ninguna salida para Verín, así que cuando encontré una, por ella me metí. Aparezco en medio de una llanura, sin ver ningún sitio, solo la carretera de frente. Pues nada, a seguir hasta donde me lleve, que indicaba hacia mi destino. Cuando llevaba 10 minutos perdido en una carretera desde la que ni se veían pueblos, ni árboles, solo llanura y carretera por delante y detrás mía, me encuentro con un pobladito llamado Villaza. Acababa de llamar a Guti por el móvil, con el manos libres, claro, y paro en medio del pueblo, escuchando a toda ostia una versión de Smack My Bitch Up, la canción de The Prodigy, masterizada por Pete Tong en su disco Essential Selection del año 98, con el manos libres colgado de la oreja y veo a un paisano. Nada, esta es la mía. Bajo la ventanilla, y sin bajar la música ni nada, tenía prisa si me entendéis, le grito al fulano: “¿Para Verín?”, “Siga recto”, “Gracias”. Sigo de frente, y empiezo a dilucidar lo que debe de ser Verín. Sigo hablando por el manos libres con Guti cuando veo el letrero de Verín, por fin. Llevaba ya más de 10 minutos de conversación por el móvil cuando ocurre lo que acabo de comentar. “Ya estoy en Verín”, “¿Qué ves?”, “Una casa con un blasón enorme en la fachada”, “Vale, métete a la izquierda”, “He seguido recto, lo siento”, “Joder tio, a ver, que ves”, “Gente disfrazada”, “vale, vas bien, vas por la avenida de Luis Espada, cuando veas no se qué, métete a la izquierda”, “Ya”, “Ahora, por tal, ahora por cual, sigue recto, a la izquierda de nuevo. ¿Me ves a tu izquierda en la puerta de una casa?”, “Si”, “Esa la casa de Maite”. Corto la llamada y apago el coche. Ya era hora coño, sin tiempo no era. Desde las cinco de la tarde en que salí de casa, y ya son las siete y media pasadas. Salgo, saludo a todos y ¡oh!, gran sorpresa, está Pedro. Joderrrr, eso quiere decir borrachera loca y sin perdón estos días, ya me duele el cuerpo de pensarlo. En otro momento hablaré de las historias de Pedro y yo, ahora a lo que vamos. Entro en la casa y preparo el disfraz.
¡Oh! Mi disfraz es un sombrero de mexicano y un poncho hecho con una manta de la residencia de estudiantes, que corté por el medio para meter la cabeza. Ala, listo. “Venga, que Carrasco, Sheshu -lo escribo así porque suena más suave que con Xs- y los demás nos están esperando”, “Pues vamos”. Un bar, de los de hace 60 años, y sin preguntar ni nada me aparece un corto de cerveza delante. Pues empezamos con el pie derecho, joder, para morir solo de pensarlo. Pues nada, tras ese vino otro, y supongo que alguno más, pero en diferentes sitios. Recuerdo uno que fuera muy curioso por una maquina de pimball que tenía. La broma empezó cuando alguien se apoyó en la máquina, tocando alguna parte metálica, y la barra, que era de aluminio. Descubrió la pólvora. Pues nada, empezamos a hacer una cadena, agarrándonos para pasar la electricidad, hasta llegar a junto Alberto, que sin saber nada del tema estaba apoyado en la barra. Pues nada, le tocamos una oreja, le manda un viaje de tres pares de cojones, se queja, nos reímos, pero venía ahora lo mejor. Cuando le miramos la oreja estaba del color de los tomates maduros, no rojo, si no granate. Pobre hombre, siempre le tocan a él, en el buen sentido claro.
Pues nada, cenamos en un chiringo en el que nos pusieron unos calamares que parecían chicles con el papel mojado, duros por dentro y pastosos por fuera. Comimos churrasco, bebimos vino, tomamos tarta y chupitos de postre y nos marchamos. Ya por la calle apareció un grupo de fariñeiros, tipos y tipas con una bolsa de tela colgada al hombro llena de harina, y nos pusieron blancos como la nieve de Manzaneda, cuando la hay, claro. Sacamos unas fotitos, que tiene Guti, y llevamos las cosas a casa de Maky. Maky era un tio que estudiaba en Bilbao, colega de Guti y Mayte, y que iba disfrazado con un sombrero como el del inspector Gadget y una gabardina. Con las barbas y sus gafas de pasta gorda me recordó a Elvis Costello. La casa apenas se usaba, solo cuando venían de vacaciones, pero nos pusieron un cuartito. Tras eso nos vamos de fiesta a no sé cuantos locales. Como no, al Arrebato. Más cubatas. Allí monté una tremenda con la cuando se me cayó una china. La gente se quedó pilladísima, pensando que era una lentilla lo que me cayera, pero no la di encontrado. Tras la borrachera marchamos para casa de Maky. Ala, a dormir que mañana es el desfile. Y eso hicimos.

Por la mañana el desfile. Nos llama a Pedro y a mí Maky, a eso de las doce del mediodía, ya que los otros estaban en la puerta llamando para que bajásemos. Me lavo la cara, me peino, me pongo un mono azul de mecánico y bajo, seguido por el antes mencionado Pedro y por Maky, que tenía que cerrar la casa con llave. Cuando llegamos a la puerta vimos que el desfile ya había empezado, y estaba pasando una vaca enorme de cartón piedra en un remolque. Bueno, pues serán así las charangas de aquí, pero no tardó en empezar lo bueno. Primero unos chavales con unos neoprenos en unas tablas de surf enganchadas a un coche, que tiraba de ellas a ritmo de los The Beach Boys, por supuesto. Simpático porque cuando paró cerca nuestra estaban haciendo acrobacias a todo meter, pero cuando arrancó el coche... animaliños de ellos, que no sabían en donde se metían, uno se mete un piñazo que hasta me dolió a mi. Salió disparado hacia atrás que no se mete con la coronilla contra el suelo porque estaba protegido por algo en las alturas. Siguieron sin más y siguieron pasando comparsas. Había las típicas que iban bailando el Carnaval, Carnaval, canción que todos conocemos y nos encanta en los carnavales. Yo creo que viene a ser el villancico de esa época, la verdad. Entonces, a lo lejos, vemos una bulla tremenda. Nos asustamos pensando que era una pelea o algo así, porque el revuelo era bestial. Cuando salimos al medio de la calle para verlo mejor miramos que hay un coche pintado como los de la policía, unos tiparrones de la ostia vestidos de maderos, con porras en una mano y amagos de escudos en la otra, repartiendo estopa a todos los que iban vestidos de negro, con antifaces o pasamontañas, suponemos que eran sus colegas. Podías flipar con las ostias, no tenían pudor, virgen santísima. Cuando pasaron por delante nuestra vimos que llevaban otro coche detrás haciendo que era una ambulancia, y corriendo detrás los enfermeros con una camilla con ruedas, pero que estaba coja de una pata. Tan coja estaba que el fulano que llevaban haciendo de herido se cayó de la camilla cuando esta escoró mientras la empujaban. Los volvieron a subir, mientras el tio se quejaba, y siguieron. La verdad es que estábamos doblados con esa comparsa y la de los surfistas. Luego pasaron alguna más, el padre de Guti y el de Carrasco montados en unos coches a pedales de fabricación propia, con monos de conductores de fórmula 1, y nos marchamos a comer.
Juás, con la resaca que tenía, y que no había desayunado nada, estaba que me comía medio buey asado vuelta y vuelta. Llegamos a casa de Maite, que a partir de ese momento fue nuestro cuartel general, y nos puso la comida. Se apuntó a la comida Benjamín, o sea, el hermano de Maite, Sonia, o sea, la novia de Benjamín, y Larry, el mejor amigo de Benjamín. Comemos como animales salvajes que llevaban perdidos cuatro meses en medio del Sahara. De postre: flan. Larry, que nos enteramos que adora el flan hecho por la madre de Maite, después de repartir para todos, se coge la cacerola, una cuchara, y empezó a ventilárselo como si fuese suflé, como si no llenase. Quedó cuadrado. Luego charla, creo recordar que algún licor, de eso no me acuerdo, y el CD de canciones preparado por Guti, en el que se incluía el gran éxito Soy Pija, Aja. Alguna canción de El Pulpo, famoso por aquella época. De pronto viene Pedro todo asustado “Maite, Maite, el gato que está en el garaje junto a la columna, lleva desde ayer en la misma postura”, “Estará disecado” dije yo, “No, esta malito, lleva un tiempo que no está bien”. Vamos a verlo y nos encontramos un gato, mirando hacia la columna, que ni se inmutaba cuando pegaba ostias al suelo con el pie. Acojonaba, la verdad. Volvimos a la cocina-sala de estar en la que estábamos, y un ratito después nos vamos a coger nuestras cosas a casa de Maky. No sé el por qué, pero según parece hubo lío entre Guti y él. Yo dejo las mías en casa de Maite y Pedro en la de Guti. Esperamos a David delante del colegio de los Mercedarios, y cuando llegó nos movemos a la casa de la abuela de Sheshu, a jugar al ocalimotko, a cantar “En la granja de Pepito” y más juegos, que acababan todos tomándote un chupito de algo. Nos reímos hasta reventar, nos emborrachamos como bestias, cantamos como sectarios y yo me apoderé del cascabel del gato de la casa. Me lo pongo en el tobillo, y no veas como se quedaba la gente, da igual que fuera disfrazado, lo que molaba era el cascabel. Nos damos un paseo en el carrito de la compra que había abajo, que era como el de los hipermercados pero un poco más pequeño.
Hacemos la compra con Carrasco para la fiesta de la noche y la dejamos en su bajo-almacén-local social, que más tarde definiré. Luego nos fuimos por primera vez al Piano, que sería nuestra segunda casa. Entonces empezó la tanda del video musical de The Offspring, Pretty Fly (For A White Guy). Lo vimos durante esos carnavales a media de siete u ocho veces por día, joder. Allí cenamos un plato combinado y para el antes nombrado local de Carrasco. Por supuesto, vestido de mexicano, que para eso gasté mil pesetas en el gorro. El sitio era un bajo grandísimo, que usaban de almacén para la tienda de su padre, garaje para los camiones y camionetas y, al fondo, un salón social que te cagabas al entrar. A la izquierda la cocina, en el centro una mesa de madera casi cuadrada enorme, que sentados todos en ella, y éramos unos veinte, parecíamos una reunión medieval, a la derecha unos sofás comodísimos, con mesita en medio para apoyar los vasos de la priba, y en frente una cristalera enorme que daba a un pequeño jardín que estaba todavía en obras, ya que iban a poner una piscina. Jugamos a un juego llamado “Psicólogo” mientras bebíamos, y descubrimos lo sádicos que podíamos llegar a ser. No cuento las reglas del juego, porque si no las sabes, podemos jugar a él en algún botellón o fiesta. Luego quedamos hablando un rato y terminando la bebida que había. Por cierto, Carrasco no quiso cobrarme mi parte del botellón, así que si alguien me pone en contacto con él, está invitado al botellón que le debo.
Salimos, cogimos el carrito de antes y entramos con él a un pub de cuyo nombre no me doy acordado, con Guti metido dentro. Íbamos borrachos como cubas, como ya dije antes y os imaginaríais, y pusimos encima del carro a Rosa, la novia de Carrasco, por lo menos en aquella época. Yo sujetando por la agarradera y creo que Sheshu por la parte delantera, empezamos a girar con él, hasta que una rueda se atasca, el carro escora y Rosa cae de cabeza al suelo. La levantamos, la atienden Carrasco y Mayte, creo, Sheshu y yo levantamos el carro y ayudamos a Guti a bajarse de él. Entonces empieza a darme un ataque de nervios brutal: “Casi la matamos”, “No tenemos cuidado de nada”, ”Se nos va la pelota demasiado”, y cosas por el estilo andaba gritando yo dentro y fuera del pub. Cogí entonces el móvil, llamo a Marta a eso de las tres de la mañana, y su movil está apagado o fuera de cobertura, lo normal a esas horas. Todo esto en medio del ataque de nervios. Cuelgo y llamo al de mi hermana. Igual. “¿Es que no hay nadie con el movil encendido?” y lo tiro al suelo. El pobre se desparrama en tres trozos: Teléfono, bateria y tapa de la bateria. Guti lo recoge, lo monta y me dice: “¿Cuál es el PIN del teléfono?”, se lo digo, me lo da y lo guardo en el bolsillo. Estuvieron hablando un poco conmigo, para que me relajase un poco, y salió Carrasco con Rosa. Le pregunté que tal estaba, me dijo que bien, que no había sido nada, y me pregunta que qué tal estaba yo, “¿Por qué?”, “Me dijeron que te diera un ataque de nervios”, “¡Ah! Bien, ahora más tranquilo, que ya te veo mejor”. La acompañaron a casa y nosotros nos fuimos al Arrebato. Luego a este pub, a este otro, y en medio de la noche, en un momento de bajón, mientras los demás discutían a que local iríamos después de la discusión, yo me senté en la puerta de un garaje, bien tapadito con mi manta, pues hacía un frio que ponía tiesa la barba, cuando de pronto empiezo a hablar con unas tias. Conversación mantenida durante un par de minutos cuando una de ellas me dice “Sera, que tal”, “Hola Bea, ya ves, aquí tirado”. Yo con un frio que te cagas, y las dos con un vestidito con los hombros al aire. A mi me pareció que iban de Spacewoman, también famosa por aquella época por un anuncio en la tele, pero días después me dijo Bea que iban de chinitas. Joder, vaya ciego entonces. Vimos a May, y hablé un poco con él, lo invité a un poco de mi botella, pero me dijo que tenía la de él con ginebra y limón. Poco después Mayte y yo nos fuimos a dormir a su casa.


Esta es la primera entrega de los carnavales, que para un articulo llega. En el siguiente más.

Seguiré leyendo, digo yo

02 noviembre 2005

Cenas de empresa

Editado: Vuelvo a poner el texto, pero con la censura que me ha sido requerida. Cualquier palabra o frase que quieras que censure, dejalo dicho en un comentario y será revisado. No se censurará el texto completo.

Cuando se te ocurre ir a una cena del sector en el que trabajas, el m.......-a....... en mi caso, y te dicen que como vas tú solo, pues eres el representante de la empresa, aunque pagas tú, por supuesto, empiezas a pensar que como me tomo la cena, como una fiesta con los coleguillas de a diario o me lo tomo como una cena de embajadores. La duda es muy grande, sobre todo si tienes las copas despues de la cena a precio reducido, que lleva a inducir borrachera loca rodeado de muchas mujeres y borrachos como yo. Me lo pienso, durante unos días, y llego a la conclusión de que voy a ser yo pero como cuando voy a una cena con coche, o sea, relajado. Llega el día, salgo del trabajo por la tarde, me voy a casa en lugar de ir a mendigar por ahí hasta la hora de la cena, me ducho, me visto con ropa limpia, que la otra huele al sudor de la jornada laboral, . ... ... .. ... ......... . ... ....... .. ......... ............ . ............, pues hay que guardar un poco la primera impresión, veo un poco la tele con mis padres y luego me marcho. Sé que los de P.... T..... quedaron en la Cadiera a las nueve, la cena es a las diez, llevo casi dos horas en casa y me aburro, así que me marcho, como antes mencioné. Claro, no voy a ir a las nueve en punto, que parecería que los estaba esperando, con lo cual me doy una vuelta por los garitos pijos de Rosalia de Castro, a ver si encuentro a alguien conocido, me tomo un refresco o una cervecita y hago tiempo. Llegar a eso de las nueve y media, diez menos veinte da un toque de casualidad, de clase. Pues tras visitar varios, no ver a nadie, me decido a probar un nuevo bar que abren en República Argentina, el Dolce & Salato. Muy modernito él, con sillas de plástico transparente y un surtido de bocadillos y pastelitos de lo más chic. Me siento, y nada más apoyar el culo en la silla, el camarero, todo atento, espera que le diga lo que deseo tomar. “Pues...”. “Mejor le dejo que lo piense”. “Sí, gracias”. Miro la carta, y veo que hacen unos perritos “de la casa” que tienen buena pinta. Pues venga, me pido uno y una caña, por si se pasa hambre. Ya conoceis la broma esa de que en las comidas elegantes es de ley comer como los pajaritos, no repetir, y si es posible, dejar algo en el plato, pero enardeciendo el buen hacer del chef, eso sí. Como, pago y me marcho a la Cadiera. Al llegar estaban J... L..., P.... el h......., A........, M.... y no me acuerdo quien más. Saludo, le pregunto que tal y ya cogemos camino al Hotel NH Palacio de Vigo, cuatro estrellas y donde van a dormir los equipos de futbol importantes cuando vienen a Vigo. Tras un minuto de caminata, entramos en el hotel, que estábamos al lado. Y ahí empieza el gran viaje.

Al llegar a la recepción del hotel, la gente no está colgada de las lámparas porque los recepcionistas estaban vigilando, que si no... Unas cien personas saludándose, voceándose, hablando de la operación que tenían entre manos o recordando alguna que hiceron juntos. Yo no tengo intención de entrar a eso, ...... .. .. ..... . ...... ...... .. .... ...... ......... ... .......... .... .. .. .... ........ ... .. ........ .. .... ......... .. ........ Aparte que gracia tiene juntarse con gente que ves todos los días y empezar a rayarse de más trabajo, pero hay gente que no tiene más conversación y se mazan a hablar de si tal contenedor que mandan desde Paita con pota para Vigo, mediante un sistema de enlaces que hace que tarde tanto como si viniese por avión. A tomar por culo todos, me apoyo en una mesa de marmol que rodea una columna y me quedo tranquilito esperando a que empiece la cena, que lleva ya diez minutos de retraso. Varias personas me saludan, me preguntan que tal estoy, que tal todo, y luego la gran pregunta, la que más me tocaba los cojones: “¿No viene nadie más de tu oficina?”. Entonces preparo el estoque, pongo cara de poker y le suelto con el mayor desagradable descaro que puedo: “No, yo solo me llego y me vasto”. Que coño tengo que dar explicaciones de por qué no vienen los de la oficina, que tampoco lo sé, todo sea dicho de paso. Y entonces llega el momento de bajar al comedor. Me siento con P... y S...... de G..... B......, .. ....... .. .......... ... ... ...... .... ...... ... ............, y con los que me llevo bastante bien y varias personas más. Me presento, olvidándome siempre decir la empresa, se presentan, y parece que el tema va bien, no hablan de negocios. C.... de L...... está a mi derecha, luego J... L..., su compañero. Los conocía de ir un par de veces a su oficina, aunque ellos no se daban cuenta de mi, que la verdad no esperaba que se acordasen, esto dicho sin ningún rencor. Luego A.... de C.... S....... B........, y después J... M..... de T.......... A mi izquierda S...... y P..., que ya los mencioné antes y un chaval que creo que es de B......., .. ....... ... .. .... ... ......... ... ........ .. ... ...... . ... ....... Y tras una cena apacible, en la que la comida estaba bastante bien, en su punto y muy sabrosa, y varias copas de vino blanco, llega el momento del festín. DJ hasta las tres de la mañana, copas a 4,30€, mucha peña ya columpiándose por los efectos del vino y un chupito, que amablemente servía y que casi quedo sin él porque la camarera no disponía del licor café en la bandeja, entonces aprovecho para saludar a los conocidos y presentarme a los desconocidos. Saludo a P...... de D....., J... de M....... del O......, hablo con J.... de V.... S......., que era la co-organizadora de la cena junto con A......., de la misma empresa, y me presentan a V...... de T.... La verdad es que me sorprendió cuando me la presentaron: “V......, este es Serafín de S........., y ella V...... de T..., es una de las jefas”. Y me encuentro a una tia de unos treinta y tantos años, o quizá cuarentona, no sé, el pelo con mechones fucsia, bastante mono el trajecito que lleva, y que me dice: “Siéntate aquí, y hablamos un poco”. Hostiás, ella a un lado, al otro estaba una chiquilla de P...... que no recuerdo el nombre, que siempre está más seria que bueno, pero en ese momento estaba muy sonriente, hasta bromista, y muy guapiña, vestidita para la ocasión. Pues eso, en medio de las dos mantengo una conversación interesante, en el que es irremediable que no salga algo del trabajo, pero de eso que se pasa enseguida y sigues con otras cosas. Mientras en la pista la gente ya con su segundo cubata, como motos, siguen bailando o soltándose animaladas. Decido entonces seguir la gira de saludos por ahí. M..... F......, de E......, E.., su compañera, S..... de M....... de G...... y su compañero R...., con el que nunca había hablado, pero que de muy buen rollo me invita a una copa. Hablo con el un rato, me dice que es de C...., “¿De S.. F.......?”, “No, de J...., ¿por qué?”, “Porque dicen que en S.. F....... es el lugar del mundo con más maricones por metro cuadrado”. Yo delicado como siempre, ole mis huevos. El tio se parte el pecho de risa y me confirma que es cierto, que hay muchos. Bailo el Saturday Night de Whitney, mítica canción, y dos canciones después cierra todo y nos vamos. Cuando empiezo a subir las escaleras me doy cuenta de la factura que me estaba pasando el vino. Solo dos cubatas e iva ya a rastras. Nos vamos al Melee, que es de alguien de la cena. Mientras me decido a tomar otra o no, tonteo un poco con una chavala que conozco de alguna naviera o agencia de aduanas, ya no sé. La chavala iva ya en la alfombra de Alibabá, por el aire. Hablo, no se que cojones le digo y decido tomarme una copa. La voy a buscar, vuelvo sigo con la sesión de labia y empiezo a encontrarme que no me entero de nada. Termino la copa, me despido, y me marcho para casa. Ya cumplí. Vienron a alguien de S......... y no monté ninguna de las mias.

La conclusión que saqué es que la gente no tiene el más mínimo respeto por la empresa a la que representa, les da igual emborracharse delante de los jefes que ante quien sea en un sitio donde simplemente guardando la compostura un poco, ganas mucho. Y que no debía volver a beber vino en una cena, que me tumba. Yo cumplí, me comporté, y la demostración esta en que hoy J..., compañero de la oficina, llamó a C.... S....... B........ para una duda sobre un contenedor, y la persona que le respondió, A...., preguntó: “¿Eres el chaval que estaba en mi mesa el viernes en la cena del sector?”. ... ... ..... .. ...... ...... .. .. ..... .... ........., que no es poco.

Seguiré leyendo, digo yo