Al final del blog, las cosas que no caben en la columna de enlaces.


25 mayo 2006

Eso me pasa por lengüero

La mejor manera de pasar vergüenza siempre es decir algo de alguien que está presente y no sabes que lo está. Si es verdaderamente malo, entonces no pasas vergüenza, pasas dolor, aunque te ahorras mucho dinero, ya que te hacen la estética a hostias gratis.

Pero cuando lo que dices tiene entonación graciosa, o no es despectivo, entonces los colores afloran a tus mejillas y crees que el mundo se está cayendo encima de tu cabeza. A mí me pasó.

Estaba un mediodía tomándome una caña de 1906 al salir del trabajo en el Rosalia Star, cuando el sol empezó a reflejar en el parabrisas de un Jeep Cherokee, deslumbrando todo el interior del bar. Bueno, incomodaba bastante, para ser sincero, con lo cual le digo al del bar:

- Al dueño del Cherokee ese tendrían que multarlo, joder como molesta el reflejo.

Y el dueño me pregunta:

- ¿No crees que ese es un coche de gays?

- Yo que sé, cada uno tiene el coche que quiere o puede. Será cosa del dueño el por qué lo compró.

En eso que un cliente paga la consumición y se marcha, y los del bar seguian con la cosa:

- Pues la verdad es que todos los gays que conozco tienen un coche de esos, que es espacioso y muy con su personalidad.

- ¿Pero que coño decís? No os entiendo.

- Que el que acaba de salir es el dueño del coche.

Me puse como un tomate, que metedura de pata, así, como si me hubiese caido una patatilla al suelo, sin más. Me dijeron que no me preocupase, que el tio es buen chaval, que parece serio pero que tiene buen humor. Vale, pero yo no lo conozco de nada, solo de verlo alguna vez por allí y decirle hola.

La cosa no debió pasar muy a mayores, pues el fulano me sigue saludando cuando lo veo sin que me haya partido la cara. Menos mal que no les entré a los otros al trapo con el "coche de los gays", que entonces seguro que hablabamos de otra manera.


Seguiré leyendo, digo yo

12 mayo 2006

¿Y tu me llamas cutre a mí?

Ya comenté una vez que las cosas pueden entenderse con doble sentido si uno tiene mala fe en hacerlo, pero que te digan algo sin ningún tipo de doble interpretación, y sobre todo cuando está lo dicho falto de razón es para quedarse un poco sonado.

A mí me encanta caminar un poco al salir del trabajo, pensando, sobre todo si es viernes, como es el caso, en que hacer los días libres que se te vienen encima. Y mientras caminas tranquilamente, cavilando en el paseo de mañana por la mañana con tu prima de quince meses, y de pronto te encuentras con una antigua amiga de tu hermana con otra, y de pronto te suelta la amiga que como vistes de manera tan cutre, te dan ganas de cortar cabezas y mostrarlas por las terrazas en lo alto de una pica.

La cosa sucedió así: voy tranquilamente por la calle García Barbón, con paso relajado, disfrutando del sol de las ocho de la tarde, cuando me saca de mi ensimismamiento Leticia, una chica uruguaya con la que mi hermana se llevaba muy bien hace años, pero que por razones que desconozco, y que no me apetece saber, dejaron de llevarse. Ya sabía que en aquella época era una aspiradora como Kate Moss, raya tras raya, y era una pena, pues era una chica guapísima, alta, estilizada, con una cara preciosa, piel morena, pelirroja, que vestía siempre con modelos exclusivos... el sueño de cualquier mortal, vamos. Le debió pasar algo de factura, pues al acento uruguayo se le suma el balbuceo que le noté las dos últimas veces que la vi, hoy y hace medio año.

Esa vez era sábado, y yo estaba en un cumpleaños de una tia que no conocía, acoplado por un colega que era amigo del novio de una amiga de la chica, o sea, que no había relación hasta tercer o cuarto grado. En el Versus, estando haciendo el hostias con las dos chicas del cumple que me hacían caso (estaba bastante sobrio, la verdad) apareció detrás mia, me pregunta que tal estoy, y le dije que bien. Yo tendría cara de "¿quién es esta?", porque me dijo "Soy Leticia, la amiga de Susana". Joder, estaba completamente estropeada: delgada hasta lo nunca visto, morena de rayos uva hasta vérsele la piel quemada y puesta hasta la coronilla. No se le entendía lo que decía, balbuceaba, llevaría polvorones en la boca, porque palabra que me tenía que repetir tres veces cada frase. Fue un segundo, pero me dejó un poco parado, pufff.

Hoy seguía balbuceando, no tanto como de aquella, pero se notaba bastante. Me dió pena la cosa, creo que se merecía una cosa mejor, pero no por ello la iva a despachar de cualquier manera, sobre todo con lo que me gusta a mi hablar con la gente. Así que le pregunté que tal la vida, que si había viajado a Ururguay desde que no nos veíamos, esas cosas. Me preguntó que tal yo, y por Susana. En medio la amiga, que iva vestida de arriba abajo de Jean-Paul Gaultier, Armani y compañia me dice: "Si te va tan bien, ¿como vistes tan cutre?", "¿Cutre?". Despache a la amiga, a la cocainomana dos besitos y que ya le daría saludos de su parte a mi hermana y listo. ¿Cutre?

Otro día podría decírmelo con razon de causa, pero hoy me pareció agresivo hasta. Hoy que iva con alguno de mis onces de gala: Náuticos Pielsa, calcetines Calvin Klein, pantalón Carolina Herrera, calzoncillos Abanderado, jersey Massimo Dutti, camiseta Armani Jeans, reloj Tag Heuer, cinturon Olimpo, gafas Lotus, gomina Loreal y colonia Esencia Loewe, sin contar a los reservas guadados en mi bolsa de mano Samsonite. ¿Y me llama cutre? No se de que viviría esa chavala, pero si trabajaba como yo le daría para comprarse un pantalón, y solo un pantalón, al mes, y comería del aire, y el alquiler lo pagaría la Asociación de Pijas Con Ganas de Tocarme los Cojones, y se lavaría en la Paellera del Arenal, y cosas por el estilo. O trabaja de pendón para que le cubra gastos, vete tu a saber.

La cosa es que solo con los complementos tendrían las dos para colocarse una semana, y con el resto para diez o doce días, pero creo que lo mejor que pude hacer fue no decir nada al respecto, pasar de la amiga, mostrar una sonrisa a Leticia y a otra cosa, mariposa. Y así hice.

Cutre, yo, ¡ja!, en este momento no.

Seguiré leyendo, digo yo