Al final del blog, las cosas que no caben en la columna de enlaces.


17 noviembre 2006

Que diferencia con las extranjeras

No sé por qué, pero con las extranjeras siempre te sale una movida diferente que con las "del país". Tienen un humor diferente, tienen una mentalidad más abierta, más liberal, que las chicas de por aquí, por lo menos que la gran mayoría. No sé las razones, no es el tema del artículo. Puede ser que la mayoría de las extranjeras que conozco son personas que han viajado mucho, suelen tener estudios y que les gusta el tema de conocer gente, Y eso, parece que no, te abre mucho la mente. Repito que no son todas las chicas así, pero estas parecen que aprenden de sus experiencias por el mundo adelante.

La verdad es que las primeras extranjeras que conocí, fuera de familiares, fueron unas americanas, de Idaho para ser exactos, que vinieron de intercambio a mi instituto. De aquella yo era un pipiolo, y no me enteraba de la misa la media, pero me contaban algunas historias de allá, y veías que era diferente. No dejaban de ser de provincia, pero tenía su morbo el tema.

Luego el viaje a Chile con mi familia me abrió los ojos. Me hizo un chico nuevo. Una cosa es conocer a extranjeras en tu terreno, y otra muy distinta es el suyo. El sur era una zona de nieve y frio, en que la gente no salía casi de casa salvo para ir a la compra o al trabajo o clase. Pero en Viña del Mar y en Valparaiso... que diferencia. Aparte en la época en que yo fuí lo que estaba de moda era que las chicas fueran a la playa con ropa interior de encaje. Y cuendo uno es una olla de hormonas, con 15 años, al ver aquel vergel pasabas a ser una olla express. Aparte, debe ser el calor, la gente en zonas cálidas es más abierta a hablar con el resto. Pues allí descubrí que no iva a conocer los luegares famosos cuando fuese de viaje, sino a la gente.

Conocí más gente extranjera, pero fue en el Reino Unido donde tuve mi realización. En Londres el tema era muy raro, funcionaba por números (si me acuerdo, lo explico en otro artículo), pero estaba muy bien. Aparte el tema de ser latino y de un pais de sol como España, aunque aquí en Galicia es un poco menos cálido, te hacía ganar ya muchos puntos. En Escocia si llegué al culmen del viaje. No fue por los whiskies, solo hice una cata en una licorería para comprarle a mi padre una botella de buena "agua de vida" (whisky viene del gaélico "uisge beatha", agua de vida literalmente), si no porque ya en Inverness, llendo a comprar los tickets para el crucero por el lago Ness casi me saca de copas la azafata que nso atendió. Entra mucho el encanto que uno pone a ciertas personas, a todas las femeninas me refiero, y la parte que ponen ellas para que todo vaya bien. Tito y Javi no lo entendían, yo tampoco, pero fue una agradable conversación con una extranjera en su terreno.

Caso aparte fueron unas argentinas en Edimburgo. Estaban en la misma "casa", por llamarle de alguna manera al sitio, que nosotros. Solo me acuerdo del nombre de una, María, morena de piel, pelo negro, alta, estilizada, o sea, era preciosa. Era arquitecta en un pueblecito, asi le llamaba ella, de Argentina llamado Salta. Salta tiene casi un millón de habitantes. Pero una noche de conversación con ella fue como leerse la enciclopedia Espasa-Calpe. Creo que una de la mejores noches de mi vida.

Pero se me está yendo el tema. ¿Por qué este artículo? Porque el viernes pasado, cuando bajaba a tomar algo por ahí, me encontré a dos chavales que ivan con tres chiquillas. Como los llevaba delante, y no me dejaban pasar, caminé detrás de ellos un poco, hasta que me di cuenta que eran extranjeras, de Erasmus por lo que pude entender. Hablaban muy bien el castellano, y los otros dos le estaban haciendo judiar. Yo tengo hecho muchas de esas, pero nunca se me ocurrió una como esa: enseñarles trabalenguas. Me partía la caja escuchándolas con los trabalenguas para adelante y para atrás, y los fulanos también. Valió la pena, la verdad. Para la próxima las pongo a decir refranes y trabalenguas, a ver que pasa.

La verdad es que me olvidé de lso extranjeros, que también tienen su sal y su pimienta, pero eso lo dejo para otro artículo. Repito que si alguna se siente ofendida no es mi intención, pero procurad sacar más jugo de los viajes, que no es solo fotos y gastronomía. Creo que una ciudad se conoce mejor de noche que de día, porque ves como es la gente.

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08 octubre 2006

Venganza

Cuando te enteras que te hicieron algo por venganza, pero no por venganza a tí, si no a otra persona, te queda una cara de imbecil que no veas. Lo peor de todo es que te cuentan el porqué, y no sabes si meterle una patada en los dientes, reirte de la persona en su puta cara o quedarte con cara de sorprendido. Esto parece un capítulo de House.

Cuando vuelves de echar una meada a junto tu copa, ves que la cajetilla de Camel y el mechero te falta, Guti que está sentado justo al lado de mis cosas no vió nada y te apetece fumarte un cigarro de los que te robaron, coges un poco de mal vinagre. Y con razón, creo. Si quieren un cigarro te lo piden, no te roban toda la cajetilla. Acababa de comprarla, pues me acababa de terminar la de Lucky, con lo cual solo le faltaba uno o dos pitillos. Lo peor de la situación es que te venga una tia a pedir un cigarro, le enseñes la cajetilla de Lucky vacia y le digas:

- Mira, esta es mi antigua cajetilla, y como me acaban de robar la nueva...
- ¡Ah!, te la robe yo.
- ¿Como?
- Lo hice por venganza.
- ¿Me robaste el tabaco y el mechero por venganza?
- No, el mechero no, pero sí el tabaco. Lo hice por venganza con el tio con el que estoy.

Guti y yo flipando por colores con una fulana de unos cuarenta años que nos contaba lo retrasado mental que era el gilipollas que la acompañaba (no merece otro calificativo el imbécil).

- Es que no puede ser que me venga con un hijoputa de los cojones, que no sabe más que tocarme las narices, bla bla bla, bla bla bla, bla bla bla,... Menos mal que no soy una persona que insulte y diga palabrotas.

¿Ein? ¡Ah!, ya lo entiendo, el traductor instantaneo que tengo instalado en el chip integrado en mi cerebro no entendió bien el idioma que hablaba, y esas palabras, que seguro que eran frases echándoles flores al fulano de lo huevos, las entendió como insultos y palabrotas. Si no es por eso, no entiendo ya a la tipiña.

Delicadamente, con suavidad, le digo que me dé el tabaco y que se vaya a la mierda, mientras Guti empieza a reaccionar y partirse la caja, o sea, doblaba. Al recibir el premio ya me olvido del tema, salvo por la puntualización que me hizo Guti:

- Esto es digno de ser escrito.

Y aquí está.

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29 agosto 2006

Serafín: Caso abierto

Era lo que me faltaba, que en los juzgados centrales de Barcelona hubiese un caso abierto con mi nombre como inquisidor, pero el hijoputa que lo protagoniza lo merece. La persona que lo abrió, una mossa d'esquadra guapa, pero pasota como cualquiera que le importa cuatro hostias lo que te pasa, hizo cinco o seis paradas durante la toma de declaración, pidiéndole al compañero que pasaba por allí, y eso que lo hacía en catalán pero se entendía, kilo y medio de melocotones de la tienda de la esquina, que ella no tenía tiempo para ir hasta allí. Solo faltaba que me cortase otra vez la declaración para ir a pillar unos melocotones y dos cartones de leche. La cosa es que tuve que declarar.

Las vacaciones son magníficas, sobre todo cuando se disfrutan. Primero fiesta en Laguna de Negrillos, el pueblo de León. Luego a Castro Urdiales, que como está a treinta kilómetros de Bilbao, y en esta empezaban ese finde la Aste Nagusia, Semana Grande en vasco, pues vamos el sábado a la fiesta junto con Gorka, Eimi y Begoña a ver que es aquello. Sorpresa sorpresa, fiesta grande por todas las partes, cien mil personas metidas en una plaza y alrededores tomando kalimotxo y cerveza en el lado del río del Teatro Arigorriaga, casi los mismo por el otro lado del río, y a saber cuantos por encima, que había más txosnas (las casetas de las peñas, para que nos entendamos). La cosa era beber, reírse, ponerse una pañoletita de la fiesta y conocer gente, mucha gente. Lo bueno en las txosnas es cuando eres chica y sabes guiñarle un ojo al camarero, y por ello te invitan a un katxi de vodka, o de whisky, es lo mismo. Palabra que las risas están aseguradas. Luego unos días tranquilos y a Barcelona, a casa de Máscara.

Avión de Bilbao, cuyo aeropuerto se llama Loiu, para vuestra información, al Prat. Luego tren. ¿Por qué tren? Porque en taxi te cuesta más de cincuenta euros ir hasta el destino, cuando al lado hay una estación de trenes que va directamente al aeropuerto. Pues eso, ticket, espera en el andén y al tren. Llevados diez minutos de viaje, un fulano me dice "Perdona, llevas abierta la bolsa. Te lo digo por si te robaron". "Pues si, me acaban de robar la cartera". ¡Ala!, indocumentado y sin tarjetas. No era problema, porque el efectivo estaba, como siempre, en mi bolsillo, pero me jodía por la vuelta, a ver como me identifico en el mostrador de Spanair. Mi primer pensamiento fue que el matao que me dijo eso es el ladrón, pero no tenía ganas de fiesta, no sabía cuantos colegas tenía allí para pegarme unas hostias. Así que lo dejé pasar. Dios te bendiga, pedazo cabrón, pues conozco tu cara.

Llego a Barcelona a la estación de Sants y paso por comisaría, por la de la policía autonómica por llamarle algo, y me dicen que mejor me vaya a junto los nacionales, por eso de renovar el carnet. "Vale, ¿donde?" "Calle Lérida". "Gracias". "Bona tarda". ¿Por qué me dice una calle en castellano cuando luego se despide en catalán? La verdad es que estaban empezando a caerme gordos.

Llega Máscara a buscarnos, nos lleva a su casa y marchamos a la comisaria. Nos mandan a otra, llegamos a ella y aquello parecía una fiesta para personas con uniforme, porque lo que se dice serios, no lo eran. Me preguntan que deseaba, me preguntan si la declaración la haré en castellano o en catalán, y me pasa lo que arriba decía. Declaro lo que me pasó, los objetos sustraídos, incluido el condón que siempre llevo en la cartera, cojo la declaración firmada y para casa.

El caso es que sabía que la cartera iva a aparecer, pero aún así me hice un pasaporte, por sí acaso. Lo hago la mañana siguiente, rascoso, pasando por cuatro comisarias. Menos mal que hay personas que entienden lo que es tener un problema, ya que en No Barrio, junto a los bosques del borde de la ciudad, un nacional, os recuerdo que los documentos solo se pueden hacer en comisarias de la Policía Nacional, me ayudó en todo el proceso. Si tuviese su dirección le mandaría una cesta en Navidad, el tío se lo merece. Hecho esto, ya puedo volar con seguridad.

El sábado por la noche me llaman, los nacionales de El Prat del Llobregat, que tenían mi cartera. El lunes la recojo, y me dicen que haga una anulación de denuncia por haber encontrado la cartera. Pero me estoy pensando si hacerla, porque mola eso de tener un caso abierto. Por si pasa lo siguiente: Cuando pille al tío que me jodió la cartera, dos hostias y para comisaría, ya que puedo hacer un cambio de declaración.

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02 agosto 2006

Superheroina

La verdad es que la locura o el estar pasados da lugar a unos inventos bestiales. Los comics de superhéroes son el resultado de la inspiración de personas con imaginación, que plasman en sus héroes todas las posibilidades de hacer todo lo que deseen, sin límites, siempre por el bien de la humanidad, salvo Lobo y un par de pringadillos más.

La cosa es cuando conoces una superheroina de verdad, y la impresión que te queda es brutal. Sobre todo cuando te dice que es Superwoman, la superheroina, pero que aparte va pasada de superheroina, mientras estás tranquilamente en una terraza en medio de Ibiza tomándote una cerveza antes de irte de movida nocturna.

La cosa sucedió en una plaza paralela a Vara de Rey, tomando con Búho una cervecita, pues después de la cena venia que ni pintada. A media cerveza, a media conversación, aparece una tía, de treinta y pocos años, rubia, un pelín gordita y bastante desaliñada, con un conjunto de pantalón y plumífero azul pastel, que empieza a gritar "¡Superwoman, Superwomannnnn!", como si fuese una canción de inicio de un capitulo de dibujos. Claro, toda la terraza, las terrazas de alrededor, la plaza entera creo yo, quedó en silencio. Entonces empezó a contar la historia de su vida:

"Yo soy la hija de Fulanito de Tal, juez de Marbella, y no me gusta prostituirme, prefería estudiar, pero en el Ritz me saco cuatrocientas mil pelas por hora. Acabo de quedar con un amigo, que me va a dar cincuenta €uros y un gramo de coca por dos horas". Vaya, parece que Ibiza no es el Ritz.

El dueño del bar le pide por favor que no monte más escándalo, que se vaya a casa a descansar. Ella sigue dale que dale: "Yo hago lo que me sale de los huevos, vivimos en un país libre, así que hago lo que me da la gana". El del bar le dice que uno de los camareros está llamando a la policía, y continua con esto su monologo:

"¡A mí la policía me hace una mamadaaa! Pero hoy me la chupan ellos a mí en el calabozo, que la vez anterior tuve que chupársela yo. Aunque me da asco que me chupen el clítoris, porque tengo muchos pelos. Mañana me los afeito. Pero como voy a morir en dos semanas, bueno, en dos días, mejor en dos años", y sigue con más historias.

De pronto se nos acerca, mira a Búho, me mira a mí, y nos suelta: "Vamos a mi hostal por treinta €uros". "No gracias, vamos servidos". Llama fulana a una camarera, manda a la mierda al dueño del bar, y se marcha. La plaza estuvo medio minuto en silencio.

Superwoman, vaya cosas, ni sacada del más oscuro comic escrito nunca, deja ese resquemor de hasta donde podemos llegar por diversión y placer, cuando ya no nos llegan los colegas y un par de copas. Nos pasamos y acabamos como acabamos, viéndonos Superwoman.

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18 julio 2006

Buenos contactos

Conociendo como muchos me conocéis, seguramente estaréis pensando en personas que dan placeres a cambio de algo, o que me rodeo de los grandes economistas de la ciudad. Pues no, en este caso no tiene nada que ver, es más ni siquiera tenía edad para que me dejasen entrar en locales de alterne o lupanares particulares, ni en clubes financieros, aunque si conocía a algún que otro jefe por mediación de familiares, claro está que solo como colegas, nada de como padrinos para un buen empleo. Esto era en otra materia.

La materia referida, la música, y la edad, mis 16 años del instituto. De aquella sonaban los Guns'n'Roses, los Bon Jovi, AC/DC y más bandas del género metálico que hacían los placeres nuestros al escucharlas. Como siempre, aun hoy sucede un poco, los grupos nacionales no estaban muy bien vistos, y si eran de la zona ni te cuento. Pero siempre estábamos los que escuchábamos de todo, y teníamos alguna camiseta incluso, y la gran banda de la zona, nacional, eran Los Suaves.

Por aquel verano del 93 se estaba celebrando en Galicia el Xacobeo'93, que valió para que mucha gente nos visitase, tuviésemos la polla de conciertos y actos culturales a mansalva y a precios populares, y que mejorases tu inglés para explicarles a los guiris donde estaba el Corte Inglés, que ya sabéis que la cabra siempre tira al monte. Uno de los grande eventos de ese año xacobeo fue un megaconcierto en el parque de Castrelos, en el que tocarían solo artistas gallegos, y de aquella no había folk, palabra, y se haría un concurso para grupos noveles. Grupos gallegos como: Diplomáticos de Montealto, Luz Casal, Os Resentidos, Los Piratas, Cómplices y, los interesantes, Los Suaves.

Todos mis amigos estábamos pletóricos, un concierto como ese sería histórico, memorable. Pero sucedía un problema, por lo menos a mí: Mis padres no me dejaban ir. Oscar había conseguido invitaciones para no tener que pagar las 500 pelas de la entrada, que eran el presupuesto de un mes, casi. Sus padres estarían por allí, por si pasaba algo. Nos llevarían en coche al terminar el concierto. Pero aún así nada. Ya estaba yo convencido de que no había remedio, que no podía ser y no podía ser. Con lo cual, todo estaba perdido.

La suerte quiso que ya que no iba al concierto, viera a Los Suaves. Estábamos Pepe y yo el día anterior al concierto en la tienda LP mirando discos, haciendo presupuesto de cuantos meses nos faltaban para tener tal o cual disco cuando entraron ellos en la tienda. "Mira Pepe, son Los Suaves". Nos acercamos y los saludamos. Nos atendió Charli, el bajista, que nos presentó a todo el grupo y nos preguntó si iríamos al concierto. Pepe le dijo que sí, que el no faltaba ni de broma. "¿Y tú?" "Yo no, no me dejan mis padres". Le conté la cosa y me dice "A ver, dame el teléfono de tu casa, que hablo yo con ellos". Estaba tan alucinado con esto que se lo di, sin pensar en las consecuencias. La verdad es que no pensaba, que es diferente. Comentamos canciones, grupos, lo que se habla siempre en una tienda de discos, nos despedimos y nos fuimos.

Después de estar toda la mañana de paseo, pues estábamos ya de vacaciones de verano y no suspendiera nada, llegué a casa. Cuando abro la puerta estaba mi madre hablando por teléfono con cara de circunstancias, cosa que me preocupó, porque al tener mucha familia siempre puede cuadrar que se muera uno, quien sabe. Cuelga, me mira y me pregunta "¿Con quien has estado hablando por la mañana?" Miedo me entró en ese momento, porque aunque no hubiese hecho nada, por lo menos que recordase, siempre te pueden meter un clavo doblado por donde duele. "Estuve con Pepe, ya viste que me vino a buscar, ¿por qué?" "Me acaba de llamar un señor que me preguntó si era tu madre, y me dijo que te dejase ir al concierto ese de Castrelos, que el se ocupaba de venir a buscarte a casa y que no nos preocupáramos por nada, que estabas bajo su cuidado". Joder, el Charli llamó. "Sí, estuve con Los Suaves, que los vimos en LP". "No me vuelvas a meter en un compromiso así, porque parecía que te tratásemos mal o algo por el estilo". "Me pidió el teléfono y se lo di". "Pues hay que pensar las cosas antes de hacerlas". "Ya". "Mañana te viene a buscar a las cuatro y media y ya te llevan a Castrelos". Uff, no me creía el tema.

Por la tarde se lo comenté a Pepe y a los otros, y no me creían. Era lo mismo, el caso era estar en el concierto. Y así fue, me recogió un coche en la puerta de casa, Charli me firmo mi entrada y estuve hablando con Teté Delgado, que de aquella, aunque un poco rellenita, tenía un escote de escándalo.

Así es como uno hace buenos contactos, sin utilizar la sección por palabras del periódico.

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25 mayo 2006

Eso me pasa por lengüero

La mejor manera de pasar vergüenza siempre es decir algo de alguien que está presente y no sabes que lo está. Si es verdaderamente malo, entonces no pasas vergüenza, pasas dolor, aunque te ahorras mucho dinero, ya que te hacen la estética a hostias gratis.

Pero cuando lo que dices tiene entonación graciosa, o no es despectivo, entonces los colores afloran a tus mejillas y crees que el mundo se está cayendo encima de tu cabeza. A mí me pasó.

Estaba un mediodía tomándome una caña de 1906 al salir del trabajo en el Rosalia Star, cuando el sol empezó a reflejar en el parabrisas de un Jeep Cherokee, deslumbrando todo el interior del bar. Bueno, incomodaba bastante, para ser sincero, con lo cual le digo al del bar:

- Al dueño del Cherokee ese tendrían que multarlo, joder como molesta el reflejo.

Y el dueño me pregunta:

- ¿No crees que ese es un coche de gays?

- Yo que sé, cada uno tiene el coche que quiere o puede. Será cosa del dueño el por qué lo compró.

En eso que un cliente paga la consumición y se marcha, y los del bar seguian con la cosa:

- Pues la verdad es que todos los gays que conozco tienen un coche de esos, que es espacioso y muy con su personalidad.

- ¿Pero que coño decís? No os entiendo.

- Que el que acaba de salir es el dueño del coche.

Me puse como un tomate, que metedura de pata, así, como si me hubiese caido una patatilla al suelo, sin más. Me dijeron que no me preocupase, que el tio es buen chaval, que parece serio pero que tiene buen humor. Vale, pero yo no lo conozco de nada, solo de verlo alguna vez por allí y decirle hola.

La cosa no debió pasar muy a mayores, pues el fulano me sigue saludando cuando lo veo sin que me haya partido la cara. Menos mal que no les entré a los otros al trapo con el "coche de los gays", que entonces seguro que hablabamos de otra manera.


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12 mayo 2006

¿Y tu me llamas cutre a mí?

Ya comenté una vez que las cosas pueden entenderse con doble sentido si uno tiene mala fe en hacerlo, pero que te digan algo sin ningún tipo de doble interpretación, y sobre todo cuando está lo dicho falto de razón es para quedarse un poco sonado.

A mí me encanta caminar un poco al salir del trabajo, pensando, sobre todo si es viernes, como es el caso, en que hacer los días libres que se te vienen encima. Y mientras caminas tranquilamente, cavilando en el paseo de mañana por la mañana con tu prima de quince meses, y de pronto te encuentras con una antigua amiga de tu hermana con otra, y de pronto te suelta la amiga que como vistes de manera tan cutre, te dan ganas de cortar cabezas y mostrarlas por las terrazas en lo alto de una pica.

La cosa sucedió así: voy tranquilamente por la calle García Barbón, con paso relajado, disfrutando del sol de las ocho de la tarde, cuando me saca de mi ensimismamiento Leticia, una chica uruguaya con la que mi hermana se llevaba muy bien hace años, pero que por razones que desconozco, y que no me apetece saber, dejaron de llevarse. Ya sabía que en aquella época era una aspiradora como Kate Moss, raya tras raya, y era una pena, pues era una chica guapísima, alta, estilizada, con una cara preciosa, piel morena, pelirroja, que vestía siempre con modelos exclusivos... el sueño de cualquier mortal, vamos. Le debió pasar algo de factura, pues al acento uruguayo se le suma el balbuceo que le noté las dos últimas veces que la vi, hoy y hace medio año.

Esa vez era sábado, y yo estaba en un cumpleaños de una tia que no conocía, acoplado por un colega que era amigo del novio de una amiga de la chica, o sea, que no había relación hasta tercer o cuarto grado. En el Versus, estando haciendo el hostias con las dos chicas del cumple que me hacían caso (estaba bastante sobrio, la verdad) apareció detrás mia, me pregunta que tal estoy, y le dije que bien. Yo tendría cara de "¿quién es esta?", porque me dijo "Soy Leticia, la amiga de Susana". Joder, estaba completamente estropeada: delgada hasta lo nunca visto, morena de rayos uva hasta vérsele la piel quemada y puesta hasta la coronilla. No se le entendía lo que decía, balbuceaba, llevaría polvorones en la boca, porque palabra que me tenía que repetir tres veces cada frase. Fue un segundo, pero me dejó un poco parado, pufff.

Hoy seguía balbuceando, no tanto como de aquella, pero se notaba bastante. Me dió pena la cosa, creo que se merecía una cosa mejor, pero no por ello la iva a despachar de cualquier manera, sobre todo con lo que me gusta a mi hablar con la gente. Así que le pregunté que tal la vida, que si había viajado a Ururguay desde que no nos veíamos, esas cosas. Me preguntó que tal yo, y por Susana. En medio la amiga, que iva vestida de arriba abajo de Jean-Paul Gaultier, Armani y compañia me dice: "Si te va tan bien, ¿como vistes tan cutre?", "¿Cutre?". Despache a la amiga, a la cocainomana dos besitos y que ya le daría saludos de su parte a mi hermana y listo. ¿Cutre?

Otro día podría decírmelo con razon de causa, pero hoy me pareció agresivo hasta. Hoy que iva con alguno de mis onces de gala: Náuticos Pielsa, calcetines Calvin Klein, pantalón Carolina Herrera, calzoncillos Abanderado, jersey Massimo Dutti, camiseta Armani Jeans, reloj Tag Heuer, cinturon Olimpo, gafas Lotus, gomina Loreal y colonia Esencia Loewe, sin contar a los reservas guadados en mi bolsa de mano Samsonite. ¿Y me llama cutre? No se de que viviría esa chavala, pero si trabajaba como yo le daría para comprarse un pantalón, y solo un pantalón, al mes, y comería del aire, y el alquiler lo pagaría la Asociación de Pijas Con Ganas de Tocarme los Cojones, y se lavaría en la Paellera del Arenal, y cosas por el estilo. O trabaja de pendón para que le cubra gastos, vete tu a saber.

La cosa es que solo con los complementos tendrían las dos para colocarse una semana, y con el resto para diez o doce días, pero creo que lo mejor que pude hacer fue no decir nada al respecto, pasar de la amiga, mostrar una sonrisa a Leticia y a otra cosa, mariposa. Y así hice.

Cutre, yo, ¡ja!, en este momento no.

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22 abril 2006

Y el cesar también lloró

Hace ya un tiempo un simple partido de Copa del Rey acabó en tragedia, y todo por evitar otra. Un grupo de brutos contra un perdido que llevaba la acamiseta del equipo rival. Se encuentran y se arma gresca. La reyerta se hace a modo legal, todos valientes, o sea, cinco contra uno. Cinco Riazor Blues contra uno del Compos.

No quiero decir que los Riazor Blues sean todos unos bestias, o unos desalmados que solo buscan pelea, o que los del Compos fuesen mejores o peores, pero se encontraron, la montaron y acabó pagando quien menos tenía que ver: Manuel Ríos, que fue con unos amigos a ver un partido del Depor para pasar la noche en otro ambiente que el del bar de siempre.

Cuando sales de un estadio de fútbol y ves como cinco están encima de uno metiéndole, procuras poner un poco de paz. Pero la mala suerte quiso que le reventasen el hígado de una patada. Y ya está. Una patada, unos pasos, echarse en el césped de los alrededores a recuperarse del golpe y te mueres. Que tristeza, la verdad.

Lo que sí me impresionó fue cuando lo vi en las noticias al día siguiente, con los comentarios de todo el mundo, todos muy apenados por la gran perdida, todos muy correctos. Pero la imagen de Augusto Cesar Lendoiro llorando como si fuese su propio hijo el que murió, mostrando un verdadero dolor, su auténtica pena, sus más puros sentimientos, me dejó el cuerpo destemplado. Nunca fue un tío que me cayese muy bien, siempre me pareció un estirado, que iba demasiado sobrado, pero la imagen con las lagrimas en las mejillas y la cara deshecha de dolor me perturbó. Demostró un lado humano que le falta a la mayoría de la gente pública, que solo saben ser políticamente correctos para no perder lo que a base de hacer las cosas de manera políticamente correcta han conseguido.

Manuel Ríos, hay mucha gente que no te olvida, y algunos que nos impresionamos con el efecto que tubo en algunos. Descansa en paz.

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09 abril 2006

Niños de psiquiatra

Hay cosas que solo se pueden solucionar de una manera, y por desgracia es la forma más dolorosa. El caso más común es el de las separaciones y divorcios. Siempre es una mala manera, aunque sea amistosa entre las dos partes, de solucionar el hecho de haber decidido compartir la vida de uno con su pareja.

Marido y mujer, por razones a veces increibles, pues conozco un caso contado por un abogado en que la razón del divorcio fue el dejar el tapón del champú abierto, deciden separarse. Se supone que ese es el catalizador para que se monte la gresca y se consume la separación primero, y el divorcio después. Si están solos no es tan dañino quizá, dentro de lo malo, pero... ¿y si hay niños? Creo que ahí la cosa cambia. Tomar esa decisión lleva a situaciones de conflicto ya no solo entre las dos personas implicadas, sino también a familiares e incluso amigos, que pueden ser incluso peligrosas. Pero no son ni comparables a los problemas que llegan a tener los hijos de esas parejas. Lo dicho, son niños de psiquiatra.

Hace unos días fuí a Santiago a realizar unos papeleos para el trabajo. Llegué a Santiago, aparqué en la plaza de Galicia, y en cuanto salgo por las escaleras a la calle me encuentro una imagen dantesca, que me hizo reflexionar mucho, y que incluso me afectó durante unos días. Un niño de unos 5 años estaba llorando como un descosido a diez metros enfrente mía. La madre estaba acuclillada delante de él, diciendole que se tranquilizase, con una voz suave y cariñosa. Pero el niño seguía llorando, hasta que se puso a gritar que quería que viniera su padre. Estaba un fulano junto a ellos, mirando al niño, y que escuchaba lo que la madre le decía. Estaba bastante claro que era la pareja de la madre, el novio o como queramos llamarlo. Este se agachó también a hablar con el niño, y le quiso coger una mano en gesto cariñoso, pero el niño la retiro de un tirón, y empezo a gritar "No, tú no eres mi padre, quiero a mi padre, quiero a mi padre..." El niño estaba colapsado, no reaccionaba ya. El tipo se levantó, dió medio paso hacia atrás, con una cara totalmente descompuesta, sin saber que hacer. La madre estaba igual, sin saber si coger al niño en brazos, si dejarlo solo un momento a ver si se relajaba, o lo qué. Mientras el niño seguía llorando, hasta el punto que vomitó. A partir de ahí ya no puede ver más, me dolió tanto la situación que no pude ver más. Me fuí a hacer lo que había venido a hacer.

Tengo un cariño especial por esas personitas, más complejas aún que nosotros los adultos. Adoro los niños, me encanta jugar con ellos, hablar con ellos, bromear con ellos, siempre tienen respuestas sinceras. Y la respuesta en este caso fue brutal. Pagan los problemas de los padres sin comerlo ni beberlo, y pagan un precio que puede ser para toda la vida, con problemas en su adolescencia, puede que en sus relaciones con los demás, a saber. Se convierten en carnaza de diván. Y eso, a mí, me duele mucho.

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23 marzo 2006

Malas interpretaciones

Ya me ha pasado esto dos veces, y la verdad es que me río mucho cuando recuerdo esos detalles, y sobre todo cuando los cuento. Más que malas interpretaciones son malas explicaciones, no dadas por mí, sino por la persona que lo dice.

La primera, y que me hizo pensar en ello, sucedió en el Barcheta, antro hace tiempo frecuentado por varios amigos y yo, en donde ponían jarras de cerveza de litro llenas de Ballantines con cola por 1.200 pesetas de las de aquella (7,20€ de ahora), cuando me encontré allí con Natalia, la hermana de mi gran ex-compañero de habitación en Coruña.

La segunda fue en Carballino, no recuerdo donde, cuando estábamos mi grupo de allí tomando algo, y mi prima Raquel comentó lo que algunos malinterpretaron.

Volvamos al Barcheta. Estaba una noche allí con alguno de mis colegas, cuando de pronto Natalia me abordó con uno de sus efusivos saludos, que me encantan, todo sea dicho. Venía con algunas amigas, y nos dijeron que nos pusiésemos con ellas. Y mientras tomábamos algo, empezamos a contar historias, del estilo de estas de mi blog. Una de ellas fue la noche de San Juan del 2.000, que Natalia pasó en La Coruña, porque Sergio la había invitado. Pues contamos que si hicimos botellón en la playa de Riazor, que si luego subimos a los bares, que si después de nosequé ya no se acordaba de algunos detalles, etc... todo ello entre risas. Entonces suelta la machada: "Y a la mañana siguiente, cuando desperté en tu cama...". Las amigas me miraron con cara de "¿Y qué hacía Natalia en la cama de este?". Pues nada, qué iba a hacer. Yo había dormido en la casa de Víctor, Pedro y Guti, y no tuve nada con Natalia, que estuve con otra chica (que sepas, Sune, que para mi fue una gran noche). Ella durmió en mi cama, en la residencia de estudiantes donde pernoctaba durante mi época universitaria, a treinta minutos en bus del centro de Coruña, y claro, se despertó en mi cama.

El problema fue que ella no se dio cuenta de lo que dijo, y quedó la cosa así, pero se lo comenté a Sergio a los pocos días y se partía la caja de risa. Le dije que le aconsejase a su hermana que se pensase dos veces las cosas antes de decirlas, que luego llevan a malas interpretaciones.

Lo mismo pasó en Carballino, la noche de Reyes, que estábamos tomando algo cuando mi prima Raquel soltó: "... porque en Fin de Año pasaste la noche entera conmigo". Sandra, que era con quien estaba yo hablando, me miró preguntándose "¿Pero Raquel no tiene novio?" (eso fue lo que yo creía, aunque la realidad es que Sandra puso cara de circunstancias porque pensaba que a mi me molaba Raquel). Sí, Raquel sí lo tiene, pero estaba en La Coruña, que es donde viven normalmente, salvo cuando ella viene a visitar a sus abuelos. La cosa es que nos pasamos toda la noche hablando, bailando y tomando copas, pero no pasó nada más.

Estas cosas pasan todos los días, y por mi experiencia en pillarlas procuro no caer en ellas. Aún así, y aunque sea con intención, siempre alguna cae, como en el comedor de la residencia, estando Marta, Sune, Alejandro el Maño y Carmen, durante una de nuestras gloriosas comidas. Acababa de llegar de Cáceres, de una cacería, y me traje conmigo un gazapo, un conejo pequeñito, y durante el postre, empezamos a hablar de él. Estaban en nuestra mesa dos chicas más, que no nos llevábamos con ellas (yo creo que nunca hablé con ninguna). Fue empezar a hablar del bichito, y se marcharon, que ya habían acabado. Pues nada, que suelto: "Estas chicas, en cuanto se empieza a hablar de conejos...". La cara del Maño y de Carmen fue todo un poema, mientras Sune y Marta se partían. Me saliera redonda la cosa.

Pero ellas no pueden quedarse fuera de la historia. Sin ir más lejos, Marta, en otra gloriosa comida en la residencia, me estaba sirviendo carne guisada de la fuente, y le dije que no me echase mucha, que no tenía hambre, a lo que me responde: "Joder, Sera, últimamente no me comes nada". Solo que reaccionó al momento, diciendo: "Ya me di cuenta de lo que dije. Bromas fuera". Aún zafó.

Seguiré leyendo, digo yo

17 marzo 2006

La vida es móvil, móvil es Serafín

Y tanto que Serafín es movil. ¿Sabes lo complicado que es cobrar por puntos el teléfono elegido en la web de Vodafone? Yo sí, lo aprendí en mis propias carnes.

Cuando una compañia de teléfonos móviles te hace una oferta mejor que la que tienes actualmente, lo mejor es cambiar. Más ahorro significa un posible mejor aguinaldo en Navidad, que no me quejo del de las Navidades pasadas, pues era impresionante, pero sí puede haber una subidita de sueldo, o vete tú a saber. La cosa es que dejamos en la oficina de trabajar con Vodafone para pasarnos a otra. Y claro, los puntos que se acumularon durante años había que gastarlos, que no los dan por la cara. Entonces entras en la página de Vodafone, pones tu clave, eliges los móviles que quieres, y te mandan un número que llaman localizador. Aparte te indican la tienda más cercana donde puedes recogerlos. Facil y sencillo, casi sin estudiar, como bien me enseñó Sergio. Solo queda ir a la tienda, que aparte está abierta veinte horas del día, o eso dicen. Llego a la tienda, le digo a la chiquilla que quiero mis móviles, y contestan que ellos solo hacen recargas, que no tienen móviles para recoger, es más, ni siquiera venden móviles. Empezamos con historias. Vuelvo a la oficina, lo comento, y llamamos a Vodafone, que me empieza a decir tiendas en las que los podría recoger. Nombran a la que fui. Les digo que allí solo recargan móviles, que ni siquiera venden. Anotan eso para la lista de incidencias y solucionarlo para próximas veces. Vale, quiero más direcciones. Al final elijo ir a la que está al lado de mi casa, en Gran Via, así voy al salir del curro con toda tranquilidad. Al salir, mientras subo para tomar algo con Leon y Eimi, paso por la tienda. Me dicen que solo tienen dos de los tres, que el otro lo piden y llegaría en martes, ya que estábamos a miércoles.

- Deme esos dos entonces.
- A ver. ¿Es usted M..... H........? Aparece aquí como representante de la empresa.
- No, soy empleado.
- Pues no puedo entregárselos sin autorización de él.
- Me parece comprensible. (Joder) Mañana traigo una autorización expresa para recogerlos. Por favor, guárdemelos.
- No hay problema, que hay muchos de cada.
- Pues hasta mañana.
- Adios, buenas tardes.

Ya no solo tengo que volver otro día porque no tienen uno, que aparte tengo que llevarles una autorización para que me den los otros dos. Ya dos problemas en un día, empezamos con buen pie.

Consigo que me hagan en la oficina una autorización, y que me den una fotocopia del D.N.I. de quien firma. Ahora a volver a la tienda y recoger los móviles. Hago recados primero y me acerco a la tienda después. Llego allí, espero a que terminen con la gente que tengo delante. Me atienden, y me dan los dos móviles que ya habían comentado que tenían, pero el otro que aún no lo tienen. Toman mis datos para avisarme y me dicen que la siguiente semana estará aquí, así como por el martes. Ok, el martes me paso.

Martes, por la tarde, al salir del chollo, subo a la tienda, una cola del copón, y me pongo a esperar, que remedio. Me ve la chica que me atendió y me dice que aún no les llegó, a ver si el jueves puede estar ya, que como tenía mis datos me avisaba. Ok, el jueves me paso.

Jueves, otra vez por la tarde, al salir del chollo, subo otra vez a la tienda, otra vez una cola del copón, y otra vez me pongo a esperar, otra vez que remedio. Otra vez me dice que no lo tienen, que no saben que es lo que pasa, pero no les llega. ¿Cuando estará? Nolo sabemos, tenemos tus datos y te avisamos. Ok, espero vuestra llamada.

Pasa una semana más, que ya llevaba ocho días en la ultima visita, y no tube noticias ni tiempo para acercarme a la tienda de las narices. El lunes subo, que el viernes no tube tiempo, otra vez por la tarde, al salir del chollo, otra vez una cola del copón, y otra vez me pongo a esperar. Me toca, por fin. No lo recibimos aún. ¿Otra tienda por aquí cerca? En la calle México, Redcom. Gracias, adios. Subo a la otra tienda. La única chica que hay está atendiendo a dos personas. Me siento y espero, que aquí tienen sillas. En un momentito le pregunto si tienen el móvil que me falta, y me dice que no, pero mira en el ordenador y me dice que en el almacen sí, que lo pedía y al día siguiente lo tendría. Vale, vuelvo mañana (Me suena de algo esto).

Al día siguiente voy, como siempre por la tarde, como siempre al salir del chollo, y como siempre cola de gente. Espero como siempre. Me ve Bibiana, que así se llama la chica, y me dice que no lo recibió, que mañana a la 1 del mediodía estaba sin falta. Vale, paso mañana.

Ese miércoles paso de nuevo, por la tarde, por no perder la costumbre. Me ve, me dice que está allí ya. Joder, sin tiempo no era. Espero mi turno, me atiende, me pide el localizador, se lo doy, me dice que no es válido, que está caducado. Cagondiós, ¿pero qué timo es este? Me comenta que solo es pedir un nuevo localizador, que me envía a mi número el nuevo y ya está. Problema, el mio no es Vodafone, ni el de empresa ni el particular. Quedamos en que al día siguiente haría de nuevo el pedido, cogería el nuevo localizador e iría a buscarlo. A ver si de esta va. Al salir llamo a J... M.... para comentarle la jugada. Se pone como un basilisco, diciendo que si caducó es un problema de Vodafone, que lo solucionen, que seguro que ganan dinero haciendo eso. Vale, hablamos mañana.

Al día siguiente lo comentamos, y decido mandar un fax a Bibiana y a la primera tienda comentando que queremos el movil perteneciente a ese localizador, que caducó por su culpa, y que lo solucionasen. A media mañana subo a la primera tienda, comento el tema, y me dicen que no se puede hacer nada, que pida un nuevo localizador y santas pascuas. Yo lo solucionaría así, pero como yo ni pinto ni corto en las decisiones de la empresa, hago lo que me mandan. Le digo que manden ese fax al departamento de reclamaciones, para que conozcan el tema. lo hace, me despido y subo a la otra tienda, a junto Bibiana. Comentamos el mail, y me dice que no puede hacer nada. Joder, ya estoy de la telefonía móvil hasta los mismísimos huevos. Le digo entonces que llame a J... M...., que le comente el tema y que el decida. Llama, hablan, y me dice que le manda a J... el nuevo localizador. Llama a J... para que se lo dé, hace la gestión y me da el móvil, tan ansiado despues de casi un mes de gestiones.

Y tanta cosa por una mierda de Motorola L7 Pulsa y Habla, que se diferencia de L7 normal en que tiene función walkie-talkie. Si lo llego a saber, cambio el pedido y lo pido normal, que no creo que ni se notase la diferencia.

Seguiré leyendo, digo yo

25 febrero 2006

"Papá, veo mal"

Esta mañana (sí, una mañana de sábado yo fuera de la cama, increible) bajé hasta la óptica para que me revisasen unas gafas nuevas que me monté, de estas estridentes por tamaño y colores, pero que tienen su función: ayudarme a tirar más cómodo cuando voy a la caza o al tiro al plato. Tenían una "ventana", como decía Mario, que viene a ser que no une bien el cristal con la montura.

Al llegar, Victor estaba haciéndole unas gafas a un niño de tres años, que no paraba quieto. Se subía a una escalera para mirar como la máquina de cortar los cristales pasaba uno por la muela para darle la forma necesaria. Luego preguntaba si esas eran sus gafas, a lo que Victor siempre contestaba "Si, señor". Luego le preguntaba como se ponía el cristal en la montura, luego que qué hacía Victor en la otra máquina, luego que si esas eran sus gafas, que si podía mirar como se cortaba el otro cristal, y no paraba quieto. Parecía que tenía un gusanillo en el culo el chavalín, era incansable. Para relajarlo un poco, y más que nada que dejase a Victor acabar su trabajo, le dije "Cuando te las pongas diles que no ves". El chaval, con cara de pillo, me echa una mirada de "La voy a montar, y aparte me dan permiso. Genial". Ya acabado el montaje, que fueron ni quince minutos, el padre llama al niño y le dice que se siente delante de la mesa donde les estaban atendiendo. En eso fue educado el chaval, que fue corriendo y no dijo ni mu.

Victor llega a la mesa, se sienta, le dice al niño que se acerque y se las pone. Yo mientras sentado en unos sillones que hay al fondo, leyendo una revista de coches y mirando de reojo al chiquillo. Con las gafas puestas le preguntan:
"¿Qué tal ves?".
"Mal".
" A ver, quítatelas. ¿Ahora qué tal ves?".
"Bien".
"Explícame eso, qué es ver bien y qué es ver mal".
El niño no dice nada.
"Ven conmigo", y lo meten en el gabinete donde tienen todo el instrumental de graduación, lo sientan en la silla y le ponen dibujos, a ver si los ve desde el sitio. El niño contesta a todos, ya fuera el nombre o el sonido que hacen, que mucho más no se le podía pedir al quillo. Salen del cuarto.

Victor me mira y me dice: "Sera, eres un cabrón, como le dices al niño que nos diga que no ve bien con las gafas". "Soy un sociópata, tio, no me pidas más".

El niño andaba revoltijando por toda la óptica, corría para un sitio, corría para otro, se quitaba las gafas, se las ponía, no paraba. "Ven, que te pongo un hilo para que no te caigan las gafas. ¿Cuál te gusta más?". Eligió uno y se lo ponen. Vuelta a correr por la óptica para aquí y para allá. Luego con la funda de las gafas a vueltas, que le caia, que no dejaba que le metiesen la gamuza para limpiarlas, que si le soltaba una pieza de dentro, que si se la ponían. Al final el padre paga y se marchan, y Victor me mira con cara de padre enfadado por una travesura. "Sera, te vale, como hostias le dices al niño que diga que no ve con las gafas, que se las pillan al vuelo para hacer de las suyas". "No sabía que tenía tres años, aparte, cuando les haces dos veces la misma pregunta, responden la verdad". Por lo menos eso creía según la psicología infantil que aprendí por cojones con mis primos pequeños, pero parece que los tiempos cambian, y la psicología infantil también.

Para tocarle, ya puestos, un poco más la moral a Victor (que se partía el culo también pero no quería reconocerlo) se lo conté a Mario, que sonrió con una sonrisa políticamente correcta, para que yo entendiese que le hizo gracia y no picarse con Victor.

Al final vieron mis gafas y me las ajustaron correctamente. Me las vereis alguna vez, ya que son muy cómodas para conducir y no son demasiado oscuras para cuando está el tiempo nublado.

Seguiré leyendo, digo yo